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Si cerráis los ojos podréis alguna vez tener la suerte de ver un estanque de un color bellísimo y suave; si entonces apretáis los parpados, el estanque empieza a tomar forma y los colores llegan a ser como un fuego, pero antes de que este fuego se encienda veréis la laguna. Este es el momento en el que podréis tener la laguna lo más cerca de vosotros. Si pudiera durar dos segundos, veríais el movimiento de las olas y oiríais el canto de las sirenas.
En los largos días de verano, los niños paseaban con frecuencia sobre esta laguna nadando o flotando y jugaban a los juegos de las sirenas dentro del agua. No imaginéis por eso que las sirenas tenían con ellos mucha amistad; por el contrario, Wendy contaba que, en todo el tiempo que llevaba en la isla, no había podido oír ni una palabra amable de ninguna de las sirenas. Cuando se acercaba, despacio, al borde de la laguna, Wendy veía cientos de sirenas, especialmente, sobre la Roca de los Abandonados, donde les gustaba peinar sus cabellos, muy lentamente. Podía entonces nadar Wendy disimuladamente hasta llegar muy cerca de ellas, pero, en cuanto las sirenas la veían, se sumergían haciendo lo posible por azotarla con sus colas.
Trataban del mismo modo a todos los niños, excepto a Peter Pan, que charlaba con ellas en la Roca de los Abandonados a la hora del peinado. Peter Pan fue quien dio a Wendy unos de los peines de las sirenas.
Iba Wendy a la laguna muchas veces en los días que, después de la lluvia, salía el sol, que era cuando subían muchas sirenas a jugar con las burbujas. Estas son pompas de varios colores formadas del mismo arco iris y que las ninfas se tiran unas a otras como si fueran pelotas, A veces juegan sobre la laguna más de cien sirenas y era un espectáculo muy bonito.
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